Te encuentro caminando en una polvareda inacabable, con las mejillas encendidas, con el sudor del camino aferrado a tu cuerpo; fruto fresco que devoro con mis sentidos, que persigue a tu sombra con tanta inocencia, en medio de un sol resquebrajado, con el ardor de la piel que me deja encandilado; te vuelves de Viento y fluyes dorada, por el acantilado.
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